과달루페 외방선교회 한국 지부

sábado, 21 de septiembre de 2013

Cristo en el dolor del enfermo


P. Ignacio Garza E. con la Sra. Elisabeth

El cáncer de estómago es el cáncer número dos en Corea. La Sra. Isabel vino al hospital en donde trabajo como capellán, para hacerse unos exámenes rutinarios que el Seguro Nacional pide a todos los asegurados. El resultado del examen fue que se hiciera otros exámenes más detallados pues detectaron anomalías en el estómago. Hubo necesidad de internarse y fue operada con mucho éxito pero con la necesidad, hasta cierto punto común en estos casos, de recibir quimioterapia y es ahí donde la encontré como una flor en primavera: siempre sonriente a pesar de los efectos de la "quimio" que recibía y las molestias de ir y venir cada 7 o 10 días para estar tres en el tratamiento hospitalizada.
  • Isabel, ¿cómo te sientes? Ya llevas muchas sesiones de "quimio" por lo que has de sentirte un poco debilitada.
  • (Con el rosario en la mano y la sonrisa en su cara) Sí, Padre, pero está bien se puede aguantar, no hay problema. Creo que Dios me pide que esté aquí para dar testimonio de Su presencia entre las compañeras de cuarto… Pero ya esta es la última sesión y el doctor me dijo que hasta dentro de tres meses regrese para chequeo.
  • Felicidades Isabel, nos veremos entonces.
Pero al mes y medio más o menos al visitar a los enfermos me la encontré internada en uno de los cuartos.
  • Isabel, ¿qué pasó que tan pronto estás internada de vuelta? ¿Te sentiste mal?
  • No Padre, esta vez no me interné por el cáncer sino por el ojo (Me mostró el ojo derecho tapado por una gasa). Ayer que iba a la Misa de seis de la mañana me tropecé y al caer me herí el ojo con el lente, el doctor me dice que lo voy a perder… (Y sonriendo) Pero aquí estoy como misionera para dar testimonio del amor que Dios nos tiene.
  • Ay Isabel, ¡Dios te haga una santa!
Me quedé sin palabras por esa sonrisa y su forma de salir adelante a pesar de las adversidades. Y pienso si no es Cristo quien se encuentra ofreciéndose una vez más al Padre, en la debilidad de Isabel pero haciéndola fuerte para dar testimonio del triunfo de Cristo a todos las compañeras de su piso incluyendo a los doctores, enfermeras, afanadoras y a un servidor. No es posible que cada vez que la encuentro está con la sonrisa en la cara…, aunque debo agregar también que en una ocasión al comentarme su situación en privado no pudo contener las lágrimas como diciendo con Cristo al Padre celestial: “Si es posible, que pase de mi esta cáliz”.
La última vez que la visité le pedí permiso para retratarme con ella y conservar en mi cámara su sonrisa, el triunfo de Cristo entre nosotros.

P. Ignacio Garza Evia M.G.